martes, 7 de julio de 2009

Las Viejas y el Queso

Saliendo de Misa unas viejecitas se me acercaron y me dijeron:
-Hola, muchacho eres de afuera verdad-
-si del Perú exactamente-
-y cuanto tiempo lleváis ya aquí.
-Ya van a hacer casi cinco años. Vine a trabajar en el Mar-les volví a responder,
-ah ya!-dijo una.
-Y ahora que haces en la vida-
-estoy trabajando en una obra cerca de aquí, les señale el lugar, hacia donde quedaba aquella obra.
-¿Y te gusta este pueblo?- me volvieron a preguntar.
-claro que sí, ahora mismo estaba paseando fuera de la iglesia. Aunque me cuesta mucho entrar, perdí el gusto por las misas -les conté-
-No quisieras trabajar con nosotras, en tu ratos libres- me propuesieron.
-claro que sí , así ganaría algo más aún en este tiempo de crisis. No podría llevar a mí hermano a trabajar también, él se encuentra sin trabajo ahora mismo-
-claro que sí- respondierón.
Me dieron una dirección, allí estaré, se despiden. En aquel lugar, una especie de establo muy viejo pero cuidado una de ellas nos recibió y nos dio una navaja a cada uno de nosotros y nos explico que era lo debíamos hacer. Muy sencillo, parecío, y empezamos a cortar unos paquetes plateados, eran muchos. En aquellos paquetes grandes habían mucho pequeñitos dentro, me entro la curiosidad y vi algo sorprendente. Era cocaína pura, parecía muy buena (tal vez venia de la parte del norte de Sudamerica), le pregunte a mí hermano ¿como podrían estar esta viejecitas metidas en esta cosa?. sabes no lo sé -respondió él. Bueno seguimos o no.-pensé. Por la mañana me llamaron las viejitas y dicen:
-Tenemos que hacer otro trabajo vengan a tal hora.
Me mando a recoger unos paquetes de queso, mi hermano marcho con una de las dos hacia otro sitio, allí nos esperarían. Tienes que llevar este queso a este lado, ten cuidado al pasar por la calle y no hables con nadie -me advirtió.
Bueno cogí la gran cantidad de paquetes de queso que había allí y los eche a la carreta y empecé la marcha. En plena trayectoria me encontré con unos compatriotas los cuales me llamaron, pero no les hice caso y empezaron a pifiearme, no les di importancia, salvo uno que me saco de mis casillas, a cual respondí con una mentada de madre, y seguí la marcha. Llegue al sitio donde acorde con aquellas viejecitas, allí estaban ellas y mi hermano, empezaron a revisar y abrirlos. Ayudamos a meterla todo dentro del queso. Cortaban el queso en rebanadas y metían la cocaína dentro, lo hacían de siempre por que lo hacían a la perfección. A simple vista los paquetes de queso parecían intactos, al terminar, empezamos otra caminata. Ahi ibamos, los cuatro, el camino era un poco empinado, ellas adelante de la carreta , mi hermano y yo atrás empujando como cual motor de tracción. A mitad de camino nos para un hombre alto, se acerca a las viejecitas y les dice: a ver otra vez ustedes, es que no se cansan nunca, si tienen mucho dinero para seguir en esto de vender queso, a ver enseñenme uno. Una de las viejecitas le alcanzo uno, al ver el hombre este, que le parecía. Y un buen queso y era muy bueno y decidió pellizcar uno de ellos para probar. Y es ahí. !zas! que cae un poco de cocaína.
-Ay mujeres de Dios -dijo, por que también trabajan con esto, a la que una de ellas le dijo: ya pues Alberto dejanos seguir, tu nos conoces muy bien y tu madre fue amiga nuestra, dejanos seguir, siempre fuiste muy bueno con nosotras, el hombre pensó un momento y les respondió: sí es verdad eso pero no puedo dejarlas así ,es una situación muy grave y delicada. Al vernos a nosotros, les dijo y estos muchachos quienes son. Ellos son solo nuestros amigos, a ellos dejalos
ir, ellos no tienen nada que ver ..el señor aquel nos miro muy serio y nos dijo, pueden irse.....


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