martes, 13 de diciembre de 2011

Una esperanza llamada: Vida (Miriam y las naranjas)

He caminado tanto y estoy al borde del agotamiento. Solo veo grandes forados y enormes rocas en mi camino hacía casa. En cada lugar que he recorrido, no encontré nada para comer. La poca comida que saque al salir, se me acabo. No pensé en caminar tanto. Tengo la esperanza de encontrar a alguien más, con vida. Ya perdí la cuenta de cuanto he caminado. Muchos días, y muchas noches. Sentado en una roca, buscando sombra, para aliviarme de un poco del calor infernal, que ha empezado a hacer desde muy temprano. Me quite toda la ropa. Esta hecha un asco. Quiero quitarle un poco la mugre, pero es imposible. Si hubiera al menos un charco y poder meterla ahí. Por las noches, me vuelvo a vestir, hace un frío bárbaro. Se me van las esperanzas. Solo el sudor, que brota de mi piel, es lo que ha probado mis labios en este día ¡Que hambriento estoy! ¡Quiero morir ya!
El enorme cansancio, me ha hecho dormir....

-¿Papá, por qué haces tantos robots?
-Ah para tener más hijos...Tu eres un robot.
-¿Yo soy un robot?
-Si, si te doy una orden, tienes que cumplirla, fuiste programado para eso.
-¿De verdad? Dame una orden.
-Dame un beso....Y en ese instante besaba a mi padre. Él se alegraba y me llenaba de cariño.


Me mando a estudiar informática a Berlín, mientras él se dedicaba a la familia y a su trabajo. Nuestra casa era pequeña. Existe una super población. Gente de toda nación y bandera. Apenas se podía andar. Es muy sorprendente todo. Mi bisabuelo, junto a sus hermanos, emigraron hace un montón de décadas del Perú, hacía Roma. Pero con el tiempo se separaron. Unos se marcharon a Madrid y Milano. Mi abuelo nació en Roma. Vivían en su ciudad, se caso y tuvo a su hijo. Pero cuando el nivel del mar, empezó a crecer considerablemente, se asusto y decidió irse. Aprovecho una propuesta de trabajo que le hicieron. Y se marcharon a Munich. Cuando yo tenía 16 años, me regalaron un super ordenador. Mi hermano que solo tenía, 5 me pregunto, si podía enseñarle. Se sentaba a mi lado, y empezábamos a usarlo. Los países impusieron una ley que no se podía tener más de un hijo por familia. Y si tenían otro, pagarían un dinero extra al estado. Después que las mujeres tuviesen otros, las esterilizaban. Estando embarazadas ya del segundo, las obligaban a abortar. Muchas veces buscaba información sobre aquello, también el por que el mar empezó a crecer y crecer, haciendo desaparecer muchas ciudades. Me aterraban más aún las amenazas, que los gobiernos de los países poderosos, hacían sobre otros. Desde que empecé a tener conciencia de todo, solo escuchaba esas palabras: Guerra Nuclear.

Papá tenía en un rincón de la pequeña casa, un armario pequeño de madera. Tenía muchos libros, que fue recopilando a lo largo de su vida. Los heredero de su padre, y este de su padre. No se hacían libros. No había muchos árboles que tirar abajo y hacerlos. Hoy todo es maquinas y más maquinas. Él cuidaba, con mucha dedicación, esos libros y muchos archivos, que copio de unos CD's, muy viejos. Siempre los copiaba, para no perderlos o dañarlos. Su abuelo trajo música de su país, los hacía escuchar. Temía que se perdiesen esas costumbres. Muchas veces, me sentaba a su lado, mientras trabajaba, y él ponía esas canciones. Las letras de esas canciones de esos grupos era algunas veces divertidas. "La jarana de Colón" de unos troveros, "Chacombo" de un señor moreno, y de un volumen corporal. "La flor de la canela" la cual tenía muchas versiones. Pero también tenía otro tipo de música, como el rock, pop. Al terminar de estudiar, Berlín me encandilo.Y decidí quedarme por aquí. Hace muchos años, se practicaba el fútbol. Pero este desapareció, Aún queda esos cuadros, antiguos con muchas fotos de ellos. Solo los más ancianos recuerdan vagamente. Papá me preguntaba, si realmente deseaba, quedarme en Berlín. No le gustaba la idea, pero al fin y al cabo, acepto. Siempre nos comunicamos con mi madre y mi pequeño hermano. Mi padre nació en Roma, se llama Francesco, aunque siempre le decía a mi abuelo, por que de ese nombre, ya que él sentía que debió tenerlo en español. Mi abuelo le respondía, estamos en esta tierra, y ya soy parte de ella. Así que no eres Francisco, sino Francesco. En Munich, se caso con Adelaida, mi madre. Ella era de Andalucía, pero con su familia emigraron a Alemanía cuando empezó crecer el mar. Cuando nací, mi padre decidió ponerme de nombre Daniel, no se sentía alemán, para nada. Así se llamaba su abuelo, y 11 años después nació Felipe, mi hermano.

Giselle era mi novia, era una de las más hermosas del instituto. Ella provenía de Bonn. Sus padres tienen poder, en ese pueblo. Su padre era un líder político. Y ella deseaba no estar con ellos, ya que siempre hablaban de la supuesta Guerra Nuclear. Cuando cumplí los 25 le propuse matrimonio. Trabajábamos juntos en un Informatic - center. Hacían piezas láser, para unas maquinas que ensamblaban en París. Tuve que viajar, a Bon, para poder hablar con ellos. En el viaje, hacíamos planes, de como serían nuestras vidas juntos. Nomas al llegar, estreche la mano, de su padre. Le conté que era alemán, pero de origen italiano. Estaba un poco ofuscado con lo que le dije. No podía ver ni en pintura a los italianos. Su vida militar y política, hacía que renegase de casi todas, las naciones. Echaba la culpa, a Italia, por no apoyarlos, en los conflictos, que había sucedido algunas décadas atrás, debido a la gran crisis financiera, que azoto el planeta. Pero así con todo, acepto. Nos pidió que nos cuidáramos mucho, en caso se desate la guerra nuclear, que él tanto decía. Al volver a Berlín, Giselle decidió no ir más a Bonn, por buen tiempo. Muchos años, tal vez. Siempre me hablaba de las cosas de su padre. Que lamenta que haya nacido mujer. No pudieron tener el varón.

Pero en el fondo, si sentíamos temor. Todos los días recibíamos noticias. En el planeta entero, se mandaban amenazas de guerra. Oriente le echa la culpa a occidente, el que se haya acabado el petróleo. Que el abuso de la electricidad, hizo que el sol, empezara a calentar más. Mi padre que también, era informático, recibía esas noticias, me pedía que nos cuidáramos. A un mes de casarnos, le conté a mi familia aquella decisión. Pero no podían viajar. El estado había prohibido los viajes, para ahorrar energía, y provocar la llegada de más gente que provenía de los países de afuera. En especial de los de oriente. Que cruzaban medía Europa y se quedaban por estos lugares. No se podía viajar a América, por que no habían aviones de empresas comerciales. Solo el estado los tenía. No había contacto con ellos.

Nos casamos un sábado. Llame a mis padres quienes me bendicieron. No había religión alguna. Todos profesaban la que querían.

Era muy feliz, con Giselle. Pero por más que tratábamos, ella no podía quedar embarazada. Visitamos una gran cantidad de médicos, pero siempre le decían lo mismo. Por más avanzada que estaba la ciencia, no se podía hacer nada. Pensar en adoptar era algo ilógico en este tiempo. Nadie tiene mas de un hijo. Ella sufría mucho. Pero no me importaba aquello de ser padre. Deseaba que ella sea feliz, fuera como fuera. Giselle, entro en una gran depresión. A los 4 años de casados, dejo de trabajar, ya había perdido todas las ganas de vivir, a pesar de su juventud.
-Dani, no lo hagas por mi, si deseas puedes irte de mi lado.
-Que dices tonta..no lo digas ni en broma.
-Quiero que seas feliz.
-Si lo soy, lo soy. Soy el más feliz por que te tengo.
Empezamos a tener diferencias. Cada día que pasaba, la depresión se convertía en amargura. Ella no lo sentía. La casa pequeña, nos agobiaba más. Nunca le gustaba la música. Menos aún el arte, ni la pintura. En un viaje, que hicimos a Munich a visitar a mis padres. La lleve a pasear por la ciudad. Decidí entrar en un museo, para que tal vez se anime. Fue peor. En ese museo, habían tantas cosas, que el tiempo ha dado. En un salón inmenso, me vino a la memoria rápidamente, mi abuelo, quien me decía que su padre le hacía escuchar música de un grupo legendario. Había un cuadro muy bien cuidado, eran the Beatles. La guía comentaba de quienes eran. Muchos como yo, sabíamos, que existieron en el siglo XX. En un viejo ordenador, sonaban algunas de sus temas. Giselle, siempre me venció, con su pesadez y apatía. A pesar del mucho amor que le tenía. Paso un año y la enfermedad de Giselle se volvía crónica. Siempre me pedía que la cuidase, cuando llegue la guerra nuclear.

Una tarde que llegue de trabajar, la encontré sentada frente al ordenador, que ella tenía. Andaba buscando información. Estaba muy demacrada. No comía lo que le preparaba antes de irme a trabajar. Ella no profesa religión alguna. Se olvido de sus padres por completo. Me senté a su lado, y la abracé fuerte. Ella me abrazo también y se durmió en mis brazos. Cuando vi lo que ella estaba buscando, me sorprendí. Estaba buscando los últimos recursos, para quedar embarazada. Casi nadie aquí tiene hermanos. Yo era un privilegiado, tenía a Felipe, mi hermano quien me alegraba siempre con sus ocurrencias. Cerré aquella ventana del ordenador, y habían muchas. Noticias de actualidad, Las amenazas eran latentes de la guerra nuclear. También estaba viendo los efectos que produjo el crecimiento del mar. Me quede pensando, pero seguí ahí. Empecé a buscar sobre aquello. Países tan industrializados como el Japón y Corea habían desaparecido. Por la desavenencias entres sus países vecinos, impidió un éxodo obligado. La costa del pacifico sur de América, había sido cubierta por toda esa agua. La ciudad de Lima, fue una de las más vulnerables, pero como eran tan grande el país, la gente emigro al centro. Aquello lo sabía ya por mi abuelo. Su padre le decía, ve a ver a mi familia. Él nunca le hizo caso. Ya en sus últimos días, me lo contaba arrepentido. ¡Que voy a hacer en Lima! ¡Que se me ha perdido en Perú! ¡Io sono italiano! le decía irónicamente a su padre.

La familia entera hablaba el italiano, el castellano, el alemán, y por ahí francés e ingles. Y era muy común en este tiempo. No había problema en aquello. Giselle, siempre me hablaba en alemán, y le respondía en italiano. Pero la concordia se quebró. A ella le diagnosticaron Depresión severa. Ya llevamos 8 años de casados. Estoy a punto de cumplir de los 33, y va a ser el peor cumpleaños de mi existencia. Los médicos tenían que internarla. No podía hacer nada, por retenerla en casa. A su padre parecía que no le interesaba la vida de su hija. Pero pidió que se le tratase bien. Trato de llevarla a Bonn, me negué rotundamente. Él me echo la culpa de aquello. Ya decía yo que los italianos, son unos mierdas, repetía a cada momento. Si no les hubieses traumado tanto con eso de la guerra nuclear, estaría bien, Solo fueron esas mis palabras, y marche de allí. Cuídate tu ¡ay de ti! me dijo al irme.

Vivía solo, desde que interne a Giselle en aquel centro, voy todos los días a verla. No me interesaban para las noticias, pero estábamos en un peligro latente. Casi no tengo amigos, solo conocidos. Entonces, una llamada de madrugada me alerta...
-Hola papá ¿que tal?...y por que tan tarde.
-Hola hijo, no te quiero asustar, pero han declarado la guerra, Cuídate mucho, y cuida a Giselle, nosotros estamos bien, pero cuídate!!
-Que dices, papá, es una broma, verdad.
-No, pequeño, ten cuidado. Te quiero mucho.
-Yo también te quiero mucho papá- Y empecé a llorar mientras le contaba de Giselle.
-Ya no llores, ya no llores. Te vas a quedar sin lágrimas. Tienes que ser fuerte.

Mi padre me contaba que siempre fui un llorón, pero no le preocupaba el que llorara. Solo decía que eso me hacía más débil. Que provocaría que no este entero ante los problemas. A la mañana siguiente, al levantarme pensé que fue un sueño. Llame a mi padre, pero no respondían.

LA PESADILLA

La guerra nuclear, había empezado. El planeta se preparaba para su final. Las sirenas de los tanques en toda Europa, y sus sonidos era solo que escucharíamos, desde ahora. Paises de oriente, habían cumplido sus amenazas. Bombardearon París, Milano, Madrid, Bon, Munich...Y todos los lugares colindantes. ...Me aterre realmente. Sabía que seríamos los siguientes. Aquellos países que provocaron aquello, se habían unido. Dejaron de lado sus diferencias culturales, políticas y religiosas, para vengarse de occidente. Mandaron muchos comunicados, ya lo habían advertido, desde hace muchos años. Decían que solo lo destruirían, pero no invadirían para nada esos lugares, por que ya no servirían para nada. Llevaban perfeccionando este atentando muchas décadas.

Por que los países no hicieron algo, para impedirlo. Supuestamente no pensaron que ellos cumplieran sus amenazas. Pero los lideres políticos tenían un plan secreto, que no compartieron con los demás. La diversidad de nacionalidades, que había en todo lugar, hizo que los dejaran de lado. Construyeron varios bunkers super blindados. Acorazados de metal, que salvarían aquellos, que los ocupen. Hicieron muchos en las ciudades importantes. Eran inmensos. Guardaron mucha comida, medicinas y mucho material bélico, que les iba a durar muchos años. Sabían que esas amenazas, iban a ser cumplidas. Recibían noticias que confirmaba aquello. Solo querían salvarse ellos, y a los que decidieron salvar. El reclutamiento, era solo una pantalla. Muchos hombres altos, rubios y de ojos claros, para preservar su raza. La cantidad de mujeres era menor, pero estaban ahí. Solo ellos estarían a salvo. Sabían que el día se acercaba, y no dijeron nada.

Nada me consolaba. La ciudad donde nací, había sido bombardeada. Ya no llegaban noticias. Había que huir ¿pero donde? si todas las ciudades correrían la misma suerte. Algunos lideres indefensos, llamaron a la paz, a aquellos países. Ellos hicieron oídos sordos, la amenaza seguía en pie.

Cogí lo más importante. Llene de comida, mi enorme mochila, cosas personales, muchos dulces. Nada de ropa, solo lo que llevaba puesto. Salí en busca de Gisselle. El camino estaba cortado, todos querían huir. Sabían que Berlín era una de las siguientes. El gobierno que quedaba, supuestamente nos iba a evacuar, pero era una vil mentira. Al llegar al centro corrí en busca de mi amada esposa. Cuando entre, los médicos me tenían una mala noticia, mientras también se preparaban para irse de aquel lugar. Giselle, estuvo toda la noche despierta, Al oír las noticias que daban los médicos, sabía que todo aquello había empezado. Cogió una cantidad enorme de pastillas y las ingirió. Había muerto de sobredosis. No me dejaron verla. Ayer había estado con ella..No me pude contener y rompí en llanto. Quería verla, y no me dejaban. Hice mil locuras ahí. Todo era en vano. La gente empezaba a irse. No pensaba irme solo. ¿Donde esta Giselle?... Recorrí todo el centro, pero nada. Ahí al ver mi sobresalto, una enfermera, me dijo que huyera...
-Quiero ver a mi esposa- grite desesperado.
-Pero aquí ya no hay nadie, la gente esta huyendo.
-Me dijeron que ha muerto, pero no les creo.
- Usted es el esposo de Giselle.
-Si, dígame por favor ¿donde esta?
-Se la llevaron hace mas de una hora.
-¿Pero donde? por que no me lo dijeron antes....
Al salir, vi como la gente seguía huyendo. Al levantar la cabeza hacía el cielo, las nubes negras, nos delataban que esta cerca el final. Se escucharon varios estruendos. Me invadió el temor, y empecé a correr sin rumbo. No me importaba la gente ya. Me pesaba la mochila, tuve que tirarla, saque las fotografías de Giselle y mías, mientras corría repetía una sola cosa ¿donde estas Giselle? Sabía que las lágrimas, no me devolverían a mi familia, y a ella. El cielo oscureció más y más. Ya estaba muy alejado. Me quede con unas personas, que conocí en el trayecto. Nos sentíamos seguros ahí. Unos viejos fortines. La noche era muy oscura. El terror se hacía latente en nosotros. Y entonces ocurrió.

Habían destruido todo Berlín, sentimos las consecuencias. Nos salvamos de Milagro. Cuando pasaron unos días, regresamos, no se por que lo hicimos. Todo esta perdido. Ya no había nada. Empecé a caminar y caminar. La gente que regreso, cogían cosas, que aún servían. Busque comida, y la suerte me ayudo. En unos antiguos almacenes, quedo mucha de ella. Me quede en ese sitio, por muchas semanas. Hicimos un buen grupo. Estábamos aislados de las demás ciudades. A veces llegaban informadores, que nos contaban de como iba todo aquello. Todo el país estaba desierto, como los países colindantes.

Han pasado cinco meses de bombardeos. Nos hemos alimentado de aquello que encontramos al regresar. La tierra empieza a cambiar. En ese tiempo, solo los he recordado. Entonces de aquellos bunkers, empezaron a salir todos aquellos hombres que los gobiernos mando a proteger. Estaban vestidos con sus ropas militares. Tenían orden de no matar a nadie, ni dar comida. Todo aquello que guardaron era solo para ellos. Revisaban la ciudad. Hablaban que en las otras ciudades importantes, también hacían lo mismo. Si te veían mal, no te ayudaban, si les pedía que te llevasen a otros lugares en esos enormes camiones blindados, se negaban. Con unas grandes maquinas colocaban en lugares abiertos, a todos los muertos. Y los incineraban. Decidí irme a Munich, al menos caminando. No encontré vehículo alguno disponible. Me aparte de la gente con quien compartí esos meses. Busque y busque comida y otras cosas. No encontré mucho, pero me valía para empezar el camino. A la salida de la ciudad, pasaban los camiones, con esos nuevos soldados. Les pedí que me llevaran a las afueras. No podían hacer eso. Se lo tenían prohibido...
-Quieren vernos morir ¿verdad?
-No es eso, sino que son ordenes- respondió uno de ellos.
Y así empecé a caminar, tenía una enorme mochila. Mientras caminaba me daba valor. Ya los camiones esos, no los encontraba. Solo andaban por las partes principales de las ciudades.

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Llevo caminando, casi un mes, Ya pasaron los bombardeos. Se cargaron Europa en su totalidad. Se me acabo la comida. Pero en cada pueblo, que paso, si los soldados esos no la han revisado aún puedo encontrar algo. No me gusta dormir, por que empiezo a soñar. Me quedo buen tiempo en una ciudad. He buscado un poco de ropa. He tirado la vieja que tenía. En un viejo almacén he encontrado muchos cigarrillos. No fumo, pero tal vez me baste para cambiarlos por comida.
He pasado los campos de aquella ciudad, que no recuerdo el nombre. Y han empezado a llegar esos militares. Salía con mi mochila, ha bajado uno de ellos, y me pregunta que llevo en ella. Sin temor alguno, le muestro todo. Le ofrezco unos cigarrillos, y él me responde que se lo tienen prohibido. Pero me da las gracias, por ese gesto....
-Vete de aquí, y trata de estar bien. Come mucho, no vayas a enfermar, por que va a ser peor- Con esas palabras me advirtió algo. Me dio miedo preguntar el por que de esas palabras... Al mirar sus ojos azules, se dio cuenta que deseaba saberlo todo.
-Mira esto es secreto, solo es para ti. A todos los enfermos que encontremos, nos dijeron que los rematáramos, para que no sufran más. Toda la gente que quiera vivir aquí nuevamente, tiene que estar saludable, así como tu. Mejor quédate con ellos aquí.
Ya habían grupos de personas que sobrevivieron, En cada ciudad se iban uniendo para empezar otra vida. Le agradecí su confianza, pero decidí irme. Le pregunte si faltaba mucho para Munich...
-Allá ya no hay nada, y si, esta muy lejos aún, quédate.
-Gracias, amigo, pero me voy.
-Suerte Daniel.
-Suerte Helmut.

El cansancio me quiere ganar. Pero me lleno de valor. He llegado después de mucho caminar a la ultima ciudad bombardeada. Aún estaban fresca las huellas de aquello. Al entrar a la ciudad, los pocos que quedaban ahí, se estaban repartiendo todo aquello. Antes que lleguen esos militares. Habían muchos muertos, aún por la calle. Ya me había acostumbrado. Entre a buscar comida, aunque ya me habían advertido que no había nada. Llene un enorme tazón de agua. Cambie unos cigarrillos, por comida. Me senté a un costado a comer, unos chocolates que encontré, y de lejos veía muertos. Entonces de tanto mirar, he divisado un saco lleno. Pensé en que fuera comida. Y fui a cogerlo.

MIRIAM Y LAS NARANJAS

Cuando empece a mirar lo que tenía, me soprendí que era un saco lleno de naranjas. Devore un montón al instante. Saciaba la sed que tenía. Guarde todo aquello para tener en esos días. Mientras las devoraba, unos pequeños gemidos me alertaron. Me acerque a ver que pasaba. Cuando vi tirada en el suelo una mujer. Me arrodille a su lado, y preguntarle que le pasaba. No podía hablar. La boca la tenía reseca. Estaba muy enferma. Hola ¿como estas? Hola. Y ella solo gemía de dolor. Al ver que insitía, ella balbuceaba unos pequeños gritos, no podía hablar. Llegaron a verme unos cuantos, y me dijeron: Déjala ahí, no vale la pena ya reanimarla. No les hice caso. Allá tu, me respondieron. Solo se quedo uno a mi lado.
-Me regalas unas naranjas, o te las cambio por dulces.
-Coge las quieras.
-¿Como te llamas?
-Daniel ¿y tu?
-Franz, ¿no eres de aquí, verdad?
-Soy de Munich, voy para allá.
-Esta muy lejos aún, quédate con nosotros.
-¿Conoces a esta mujer?
-Si, es Miriam es hija de los dueños de la pequeña frutería. Nos llevamos todo, pero no nos dimos cuenta de estas naranjas, están muy ricas.
-¿Puedo coger más?
-Si, pero me puedes traer agua.
-Claro, ¿es para ti?
-No para ella.
-No amigo, es en vano. déjala! - Mientras Miriam nos miraba.

Estaba mal. El efecto del bombardeo llego a este humilde pueblo. Cogí un colchón y la eche ahí. Recogí su cabello. Bebió mucha agua. No había nada. Se lo habían llevado todo, y ellos no hicieron nada por ayudarla. Me quede con ella. Fui en busca de esa gente, y le cambie cigarrillos, por un poco de medicina, como cremas, o alguna pastilla, para aliviar su dolor. Me dieron aquello, y comida. Y me volvían a repetir que la dejara ahí. Después de unas horas, su rostro demacrado y pálido, me miraba con alegría. Sus ojos estaban hundidos. Tenía un golpe enorme en el pie. Estaba hinchado. Le eche una crema y le vende. Le pregunte muchas cosas, pero no me podía responder. Lo comprendía. Hice una pequeña fogata. Y me senté a su lado. Nos quedamos dormidos.

-Daniel, párate y ve a buscar comida, aprovecha que esta dormida, para ir.
-Pero papá, no puedo dejarla aquí, puede venir Helmut y los demás, para rematar a Miriam.
-Ve y coge comida, y has lo que te digo. Tienes que irte ya. Te espero en Munich.
-Espero que me den la comida. Espero con ansias llegar a Munich.
-Yo también. Eso si, ya deja de llorar, siempre te veo llorar...Ya sabes, cuida mucho a Miriam.


Al despertar, Miriam seguía a mi lado. Tosía un poco, pero estaba algo mejorada. Eso pensaba. Le pregunte si deseaba seguirme, ya que me iba a Munich, y con gestos en su rostro me dijo que si. Ya llegan los camiones, con esos militares, a hacer su trabajo. Con unos palos, hice unas muletas, pero ella no podía ni moverse, salvo si yo la cargara. Son cinco días que estoy aquí. Me alimente bien. Llevo mucha comida, y agua. Una que otra medicina para ella. Me preocupa su pie. Me encomende al Dios que mis padres me encomendaron, y salí de ese lugar. Me lleve cargada a Miriam. No podía hacerle eso. No podía morir, solo por que no la ayudasen. Aún no he escuche palabra alguna de sus labios. Pero sabía que estaría bien, si alguien la trataba.

Hay muchos poblados pequeños, donde no había nadie ya. Estaban desiertos. Ya no había comida. Al entrar a uno de esos pueblos, deje a un costado a Miriam, y me dispuse a revisarlo. Encontré muchas cosas. Forje una nueva mochila, y la llene. Por suerte encontré un poco de agua. Allí le dí unas pastillas, para aliviarle el dolor. Le lave el rostro, aunque con sus manos, me ayudaba. Le hablaba para mantenerla animada. Me he quedado aquí por seis días. En ese tiempo. Miriam, ha empezado a mejorar un poco, pero el pie lo sigue teniendo hinchado, y me preocupa mucho. Trata de hablar por lo menos algo, si. Y con gestos, me hacía saber que no podía. Pero lo trataba. Al amanecer empezaron a llegar esos militares aquí.
-Miriam, por favor sonríe, solo hasta que no marchemos de aquí. No le dije aquello que me contó Helmut. La senté en una silla acolchada de oficina que encontré. Que ellos te vean radiante.
-Hola ¿son de aquí?
-Si, pero venimos de Berlín, estábamos buscando a la familia.
- Es difícil encontrarla, pero si mantienen la fe.
-¿Usted esta bien?- dirigiéndose a Miriam.
-Si, sino que esta un poco mal de garganta, por un resfriado- Respondí yo. Y ella con un gesto lo afirmo.
-¿Pero cuanto de mal?
-Algo, casi nada, ya se le pasara- Mientras observaba con miedo el arma con punta que llevaba.
-¡Ah!
-Amigo, no tendrá por ahí algunas pastillas para el dolor para mi.
-Hey Gent- dirigiéndose a su compañero- dale un poco de medicina.
Le agradecí mucho, y les ofrecí unas naranjas, pero ellos las rechazaron. Se fueron al ver que era un pueblo fantasma. Ese mismo día pensé en lo duro, que iba el salir de ahí. Tenía que llevar mas cosas. Entonces busque cosas, para ver si hacía algo con que moverme...

-Papá puedo fabricar un robot contigo.
-Claro Dani, claro que si, pequeño.


Recorrí, todo el lugar y encontré unas viejas ruedas. Miriam me veía y sonreía, Eso me daba más fuerza aún. Arrastre las cosas que conseguí, y a su lado, improvise una carreta, que yo pueda empujar. Mientras la hacía le contaba lo que solía hacer con mi padre. Ella cogía unas naranjas, me las pelaba y me las daba. Al cabo de casi un día entero, ya estaba terminada. Al probarla funcionaba de maravilla. Como ya era de noche prendí una fogata, Nos echamos a dormir. Nos abrigamos tanto, por el frío que hacía. Sentía mucho dolor en el pie. Al amanecer cogí las cosas, Me fui a un estanque donde había un poco de agua. Le pregunte que si no le importaba si me bañaba. Ella era muy tímida. Le dije que me esperara, que terminara. Ella, también deseaba asearse. Le pregunte si podía, ya que estaba muy adolecida. Al acabar de asearme, la lleve al estanque. Le dí un jabón de muchos que encontré. Pero apenas podía mover los brazos, Le pregunte, si quería que la ayudase. Ella acepto. No me importaba el que fuese un poco tímida, y que sintiera un poco de vergüenza, pero ahí mismo, le ayude a bañarse. Encontré ropa para ella y también le ayude a cambiarse.

Al acabar todo aquello, empezaríamos el viaje. Le dije que subiese, pero ella no quería. Sabía que me costaría mucho empujar. Pero la anime, le explique que la hice muy bien para no sentir cansancio. Tire la ropa que llevaba puesta, y me cambie. Al final subió. Y empecé a empujar, para salir de ahí. En el trayecto, le pregunte muchas cosas, le pedí que con gestos me respondiera... Tiene 28 años, era hija del frutero del pueblo aquel. No estaba casada, pero tenía un novio, que trabajaba en Colonia, y que siempre la esperaba. Tal vez haya muerto. Cuando ella llego a su pueblo ocurrió el bombardeo. Le cayó una viga encima del pie, y con fuerza logro quitar. Murieron casi al instante mucha gente. Pero ella logró salvarse. Trabajaba de administrativa en una oficina en un pueblo cercano. Aterrada ante todo aquello, volvió a su pueblo en busca de sus padres. Arrastrando su pie dolorido.

Yo le conté toda mi vida, de Giselle, de mis padres, de lo feliz que era con mi hermano Felipe, pero al que deje, por quedarme en Berlín. Ya llevamos casi tres días de viaje. Dormimos donde nos cae la noche. Y me preocupa más el estado del pie de Miriam. Al pasar, por un puente destruido. Vi como llegaban otra vez esos camiones.. Me quede mirando su andar. Cuando se detuvo uno....
-Hola Daniel.
-Hola amigo, como van las cosas.
Era Helmut, quien me reconoció. Me pregunto como me ha ido. Al ver a Miriam, dijo si era mi esposa. Le conté que era mi amiga, que veía después de mucho tiempo. Vio las muletas, y pregunto para que servían. Solo las uso, por precaución. Me volvió a dar medicina, y un poco de comida.
-Al irte por ahí ten cuidado que hay unos cowboys de trailers que son peligrosos, y también existen unos rebeldes. Cuídate mucho.

Por algunos pueblos habían unos rebeldes, que se unieron para planear algo en contra de la gente. Así pase por dos días más. Cuando de repente ví como llegaba un enorme trailer, todo destartalado, a los costados los cubría planchas grandes de metal, ya oxidados. Al verlos me entro un miedo enorme. Pero me eche valor, por mi y por Miriam. Paso por mi lado, y paro. Me entro más miedo aún. Al verme me pregunto:
-¿Que haces caminando tanto "Risos"? sube que te llevo- Era una mujer muy gruesa que llevaba una cazadora de cuero, ya muy vieja. Me dijo "risos" por el cabello que lo tenía largo y se ondulaba.
-No gracias, ya estoy muy cerca.
-¿Hacía donde vas?
-A Munich.
-¿Eso existe aún?
-Bueno, voy para allá
-Tu mujer no tiene buena cara.
-Si, esta mal
-Que no la vean esos hijos de puta que la rematan- me dijo refiriéndose a los militares.
-¿Como sabe eso?
-No hacen otra cosa.
-Dígame con sinceridad, esta cerca Munich, por que ya perdí la noción de todo.
-Bueno esta cerca, pero no tanto. Si subes te acerco. No tengas miedo. Arriba hay espacio.
-¿como te llamas risos?
- Daniel ¿y usted?
-Herta.

Le pregunte por que iba sola adelante, me dijo que le aburrían las mismas historias. Me hizo subir, ya llegaba la noche. Al subir y ver, había dentro mucha gente. Familias que se habían salvado. Muchos niños, casi todos me sonrieron. También habían enfermos que los misma gente ocultaba cuando llegaban los militares. Baje y le pedí a ella, que si la acompañaba ahí adelante. ¿Me vas a contar historias tontas? No. Pero tu mujer esta mal. Si pero ya va a mejorar, tengo fe. Sube, pero ponla al lado de la puerta. Dejare en ese lugar aquella carreta que hice, pensé. Ella me dijo que estaba bien hecha. Bajo, y ordeno que la suban por que puede ser de utilidad. En la cabina del trailer, íbamos charlando de muchas cosas. Al ver el rostro pálido de Miriam, me decía que había tenído suerte, de encontrarme, sino...
-Hey paliducha! como te encuentras -dirigiéndose a Miriam. Y ella con un gesto le decía que bien, mientras recostaba su cabeza, en la puerta. Yo estaba al centro de las dos. La veo muy mal, me dijo con una consternación.
-Espero encontrar algún médico, para que la vea- le dije esperanzado.
-Buscas un médico, si arriba hay como tres. Habla con uno de ellos, a ver que te dice.
-Sería magnifico.
-Eso si, medicina, no creo que encuentres, esos se la acabaron ya ¿Sabes conducir?
-Si, pero un trailer nunca.
-Menos mal, por que ni loca, te dejo mi maquina (risas)

Empecé a contarle un montón de historias, de todo tipo, incluso divertidas. Ya cerca al lugar donde acamparían, me agradeció aquellas historias.
-Has divertido a esta vieja.
-Que bah! estas joven.
-¿Cuanto me echas?
-45.
-Gracias por los 45, pero tengo 65. Ya estoy vieja. Mis dos hijos desaparecieron, pero nunca los encontré. Si están vivos, que les vaya bien.
-Hey paliducha! hay que bajar a descansar. Y bajamos . En ese lugar habían más trailers, que también iban buscando pueblos donde establecerse. Ayudamos a hacer unas carpas de campaña. Hicimos una fogata, en aquel lugar. Herta me presento a uno de esos médicos. Don John, fue un medico en Bonn. Desperté a Miriam, para que la viese. Al principio le vio mala cara. Ella estuvo un poco reacia a que la viera. Me pidió dejarlo solo con ella, en la carpa que monte. Allí afuera empecé a hablar con la gente. Ya habían pasado 7 meses de todo aquel infierno. Se acercaba el invierno, y empezaba a hacer más frío. Al salir, el doctor, me dijo, que gracias a los cuidados que le dí, ella había mejorado, y lo de la voz ya le pasara dentro de poco. Le daría unas cosas, para que alivie eso. Tal vez, sea algo psicológico. Pero me advirtió...
-Ese pie tiene mala pinta.
-¿Como así doctor?
-Esta muy dañado, no se realmente, tendría que revisarlo a conciencia, pero con esto es muy difícil. A ver si llegan más compañeros y traen material.
Habían muchos enfermos, a quienes él cuidaba. Me quede ahí esperanzado con ella. Estaba un poco alegre. Quería recuperarse y ayudarme. Herta me dijo que solo me dejarían cerca a mi destino. Habían mas camiones con esos militares, que les impedían pasar. Me quede con ellos.

Han pasado casi un mes. Nos hemos hecho muy amigos con Herta. Una noche me quede con ella conversando de muchas cosas. Me comento que iban en otra dirección, ya que los militares, habían cambiado de ruta. Algunos de ellos, empezaron a formar unas pequeñas casas, con los restos que encontraban. Decidieron quedarse. Herta, les pregunto,si estaban seguros de quedarse. Una mañana al despertar, le lleve un poco de comida a Miriam, ella estaba muy mal, tenía mucha fiebre. Corrí donde Herta, no fui donde el doctor, por que se había ido con otro trailer. Al entrar, Herta, exclamo por que me llamas a mi, si no se nada de esto...
-Hey como esta mi paliducha!
-Me duele- respondió Miriam. Una gran emoción sentimos en ese instante.
-Gracias al cielo, se te abrió la boca- dijo toda jocosa. Se acerco y le pregunto con sinceridad, si le dolía mucho. Ella al verme sin palabras, dijo que no. Me acerque a ella, la abracé con todas mis fuerzas.
-Daniel, Daniel, gracias por todo. Y empezamos a llorar.
-Uyyy que llorón- esbozo Herta.
-?Te duele mucho? dime.
-No, casi nada.
Herta se quedo con ella. Le dí un poco de medicina, para bajarle la fiebre. Me fui a ayudar a la gente que levantaba esas casas. No pensaba quedarme con ellos. Faltaba poco para llegar a Munich.

Muy cerca de ahí. se levantaba un campamento. Nos llegaban noticias desde allá. Eran los rebeldes. Quienes tenían un plan que querían perfeccionar. Ahí un día llego en un auto, Fred, un militar retirado. Llevaba un parche en el ojo. No se debía a que perdiese un ojo. Sino por que una esquirla se lo quemo. Mantenía el ojo, pero le avergonzaba mostrarlo. Era muy rudo. Converso con toda la gente. Les explicaba su plan, pero ellos no aceptaban. Les ofrecía muchas cosas. Al verme ahí, me saludo.
-Que fuerte estas..¿como te llamas?
.Daniel, para servirle ¿y usted como se llama?
-Fred, mucho gusto Daniel. No te gustaría venir con nosotros.
Le pregunte si había médico alguno en su campamento.
-¿Te sientes mal?
-No es para mi, sino para mi compañera.
-¿Esta aquí?
-No, esta en esa carpa - y se la señale.
Al caminar juntos, me explico su plan. Le conté que debía ir a Munich. Ahí me quedaba. El quiso que desista de la idea. Pero no pudo convencerme. Me invito a su campamento, a ver como era, y tal vez me anime.

Fred, había reunido mucha gente, para poder vengarse. No de los paises que hicieron aquello. Sino de los lideres políticos que dejaron que nos hicieran esto. Los militares, que iban y venían, ya lo habían visto, y sabido de su plan. Le invitaban a desistir de su plan. Habían almacenado armas, y todo tipo de comida, para vivir mientras planeaban su idea.

Por la noche, Herta, me dijo que si quería ir con ellos. Ya que se iban por la mañana. Le dije que me quedaría con Fred, un tiempo. Por la mañana, cogió su trailer, y se despidió de nosotros. Miriam estaba en la carpa.
-Cuídate mucho, risos...y cuidala.
-Gracias por todo, Herta, siempre te recordare.
En ese instante, Miriam arrastrando su pie bueno, cogio las muletas, y salio.
-Hey paliducha, ¿donde vas? - pregunto Herta.
Y Miriam se le acerco, le abrazo..
-Gracias Herta, gracias.
-Hey, que vas a hacer llorar a esta vieja..Y se puso a llorar. Lloramos los tres. Y se fue con su trailer y la gente que la seguía.

Me fui donde Fred, y al verme llegar se acerco, llamo a la gente que estaba ahí. Me presento, como un nuevo compañero de la gran idea que tenían. Me ofrecieron una pequeña carpa. Se reunían todos por la noche. Ni bien llegamos a instalarnos, fui a buscar al médico que ellos tenían. Ellos poseían un almacén de medicina. No había enfermo alguno. Cuando empezó a revisar el pie de Miriam, me volvió a decirme lo mismo. Al pasar los días mi amistad con Fred, cada día empezó a crecer, mi conocimiento en informática, le servía en su plan. Por la noche antes de dormir, se reunían, cogían un ave del corral, que criaban. Comíamos y bebíamos. Las medicinas no le hacían mucho efecto. Cada día que pasaba, me volvía la idea de volver a Munich. Desde las lejanías, llegaba el humo del fuego con el que incineraban a los muertos.

En la noche, antes de dormir. Miraba con nostalgia a Miriam, No estaba con mujer alguna desde que empezó a enfermar, mi amada Giselle. Miriam, es muy linda. Muchas veces acariciaba su frente. En una parte de ese gran campamento, habían ya algunas colonias. Se estaban estableciendo. No compartían la misma idea de Fred, pero si llegaron ahí, fue por las medicinas y comida que tenían. Un grupo pertenecía a los que profesaban la religión musulmán, que aún no se extinguía. Miriam, me había contado que su madre, tenía un poco de sangre musulmana. Le enseño muchas cosas. Conversaban con ella. Y les agradaba. Me pidieron quedar con ellos. No acepte, tenía que irme a casa.

CAMINO A CASA

Muchas veces me reunía con Fred, y me seguía comentado todo aquello. Alguno de sus colaboradores, había ya desistido de esa idea y lo dejaban solo. Algunas veces llegaban aquellos camiones. Una ocasión volví a ver a Helmut. Al verme ahí, se alegro mucho. Me pregunto, por Miriam. Me volvió a regalar comida y medicina. Me pidió otra vez alejarme de esta gente. A pesar que Fred, perdía seguidores, los militares iban a eliminarlo. Me daba miedo, decirle algo así a Fred, pero callaba.

Entre a mi carpa, llevándole comida a Miriam, y ella gemía de dolor. ¿Que te pasa? le pregunte asustado. Nada Dani, Nada. Le toque la frente, y ardía de fiebre. Salí en busca del doctor. A quien le rogue que vaya. Me acompaño a la carpa. Al revisarla, puso el rostro serio. Me llevo afuera..
-Daniel, tenemos que amputarle el pie ¡ya! no hay otra solución.
No supe que decir. Quería llorar. Y eso lo noto el doctor. No hay más Daniel. Tienes que hablar con ella.
Mando a salir a su acompañante y me dejo a solas. Miriam, se imagino que era algo malo.
-No me niegues nada, Dani, nada.
Le explique con valor todo lo que pasaba y lo que el doctor debia de hacer. Con lagrimas dijo.
-Hazlo, hazlo, quiero seguir viviendo por ti- Nos abrazamos. El doctor mando a llamar a unos más para que lo acompañasen, incluso a Fred, por la sangre fría que tenía. Quien ato a la boca de Miriam, un trapo. Me pidió por favor que yo no estuviese ahí. Mi llanto, lo hacía desconcentrar.

Ahí afuera, me pare a mirar y observar las estrellas. Buscaba la tranquilidad, Un estruendoso gemido, impacto mi corazón. Miles de recuerdos llegaron a mi mente. No quería ver a Miriam así. Y volví a llorar más aún.

Pasado un buen rato. Salio a mi encuentro Fred, quien me dijo que todo iba a salir bien. El doctor era unos de los mejores que había en Alemania. Fred, volvió a pedirme que me quedase con él. Le pedí que desista de la idea, y que empiece a vivir. No me daba la razón. Le dije que me iba a Munich, que estaba tan cerca. Quédate y luchemos, grito. No, me voy, le respondí. ¡Éres un cobarde! me grito y se fue.. El doctor salio a mi encuentro. Pasa Daniel, Estaba dormida por el dolor. Me dijo que debía de reposar, por un buen tiempo. Que la cuidara del frío que ya hacía. Me dio el pie. Entiérralo o quémalo, lo que tu quieras. Mañana vengo a verte. Pase una semana sin salir de la carpa, a su lado. Todos querían a Miriam, y nos traían comida. No sabía como agradecerles. Ya cuando estaba recuperándose, Miriam, me pidió que la sacara a pasear. Cogí aquellas muletas, y empezamos a andar. Fred de lejos nos saludo y le respondimos. Era un sábado, lo sabía por que el doctor me regalo un almanaque. No me acorde de mi cumpleaños. Han sido 10 meses desde que paso aquello. Cogí mis cosas, a Miriam y salimos de ahí. Y nos íbamos a Munich. Nos despedimos de todos. Al salir del campamento, Fred, grito:
-Daniel...Daniel- No quise voltear a verlo. Pero me pare. Al vernos frente a frente.
-Perdoname, eres un gran hombre- Saco, un cartón de cigarrillos y me los dio.
-Cuidate mucho, cuídala!!
-Gracias Fred- Y nos abrazamos.

En el trayecto que debía seguir, Fred, me indico el camino, su pasado militar, hizo que me guiara. Estaba tan cerca de casa. Al pasar por un pequeño poblado, ya habían establecidas algunas colonias. Me veían pasar en el coche que Fred, me regalo, Ibamos a poca velocidad. Se cargaba con la luz solar. Aún funcionaba a la perfección, a pesar que tuvo muchas averías. En el trayecto, un camión de esos militares, obligo que pararamos. Al bajar, otra sorpresa para mi. Era Helmut, quien se alegro al volver a verme. Le conté todo aquello que viví en este tiempo. Vio como estaba mejorada Miriam, a quien sonreio. Me dijo que Munich, casi no existía, pero habían muchas colonias establecidas. Le cambie unas cosas, y él volvió a darme, más medicina y comida. Suerte nos deseamos mutuamente. Al entrar a Munich. Una sensación me embargaba. Miriam, me cogió la mano. No estés triste Daniel, no estés triste. Esta tan cerca aquel lugar, de donde salí. No aguante más, y con llanto grite:
¡Hijos de puta!, ¡hijos de puta!
Miriam me abrazo, y yo no podía dejar de llorar..
-Ya no llores, ya no llores, recuerda lo que le prometiste a tu padre- Me dijo ella consolándome. Muchas veces le conté lo que soñaba, y ella me miraba con alegría. Llegue a ese lugar, que creía que estaba aquella casa. Me guiaba por las montañas que veía desde lejos, cuando pequeño. Cerca de ahí, ya se habían asentado mucha gente. Me animaban a quedarme con ellos. Seguí mi camino. Al llegar bajamos del auto. Ya no quise llorar más. Le pedí a Miriam, si quería quedarse aquí conmigo. Ella me miro, y me dijo, ¿por que preguntas eso? Si sabes que si. A pesar de que estaba con muletas me ayudaba, Un representante de los militares, me dijo sino quería irme con los otros de allá. Le conté lo que tenía planeado. Comprendió y me deseo suerte. Mientras recolectaba cosas, para armar algo parecido a una casa, dormíamos en el auto aquel. Así que nos dio el invierno. A penas llovía pero hacía un frió inclemente. Protegía de aquello a Miriam, quien me ayudaba en todo instante. Al acabar, Miriam me dijo si podíamos limpiar un espacio grande, Deseaba cultivar. Mire sus ojos, y le pregunte ¿que quieres cultivar? mira que no hay mucha agua..Tu déjame que yo se de esto, fue su respuesta. Por comida no nos preocupábamos, los militares nos ayudaban. Helmut, creo que les pedía aquello. Cuando tuve preparado el lugar aquel, Miriam veía ilusionada. Cogió unas semillas de Naranja, que ella guardo en este tiempo. Mientras comíamos las naranjas, ellas guardaba las semillas. De donde podríamos sacar agua. Ella me dijo que con un tubo de hierro clavado a un lado de la montaña, sería la solución. A la mañana siguiente grande fue mi sorpresa. La humedad de la montaña, hizo que llegara agua a través del tubo. Ella hizo otra conexión al costado, para obtener agua para nosotros.

En la noche, antes de ir a dormir me pidió que me quedase con ella. Conversamos mucho aquella noche. Le conté lo mucho que amaba a Giselle, y ella a su novio. Y mirándonos fijamente a los ojos, delatamos lo que sentíamos. Esa noche bese a Miriam, e hicimos el amor por primera vez. Fue una noche tan especial. Nos olvidamos de aquello todo que habíamos vivido.

El huerto de Miriam, era uno de los más bellos, que había por este lugar. Llegaban a cambiarnos comida y cosas, por las ricas naranjas. La gente estaba fascinada, al igual que nosotros. Y así pasaron tres años. Hasta cumplir los 36, y ella los 31. Ya se había formado una pequeña colonia. Nos ayudábamos en todo. Había un médico que siempre nos ayudaba. Una tarde de aquel tiempo, paso Helmut, quien estaba apurado. Me llamo, y me dijo:
-Mira lo que encontré, tal vez te sirva, espero que si- Me entrego una pierna ortopédica que encontró en una de las revisiones que hacía recorriendo el país. Le agradecí aquel gesto. Se llevo las naranjas que le regale. Al enseñarle aquello a Miriam, me pidió que lo apartara de su vista. No la quería ver. Pero no la bote. Por las noches, talle a su medida, y cuando la tuve, le volví a enseñar...¡Eres terco!. Esa noche no me quiso hablar. Por la mañana al salir a ver el agua. Salió sonriente, llevaba una sola muleta. Al verla, quise llorar. Ella sonreía pero también lloraba. Llevaba puesta aquella prótesis, que talle. Se acerco, y nos abrazamos ¡Perdoname Dani!

La colonia creció y ya había más gente. La casa que hicimos con escombros, era una realidad. En un paseo por lo que fue Munich, una entidad, pudo recuperar objetos valiosos, que no sirvieron para comer o algo parecido, por que no se lo llevaron de ahí. Había un cuadro roto de unos que yo conocía. Al pedirle al encargado, que me lo diera a cambio de algo. Me pregunto, si es que me gustaba aquel cuadro roto. Si, le dije rápidamente. Y me lo obsequio. Era un cuadro de aquel grupo que mi bisabuelo, le hacía escuchar a mi abuelo. The Beatles. Al regresar a casa, Miriam, vio como me emocionaba aquello, y le conté lo poco que sabía de ellos. En casa, lo puse en un lugar que todos puedan verlo.

Han pasado 6 años desde que volví a Munich, mi casa de vuelta. Un día por la mañana, al despertar a Miriam, para saludarla. Cumplía 35 años, ya. Yo tengo ya 40. Me dijo que se sentía mal. Ella me pidió que no llamase al médico, que ya le pasara. Pero no le hice caso. Salí en busca del doctor. Vivía cerca. Al llegar, la reviso. Me pare afuera, y contemplaba la obra de Miriam. Me aterraba la idea, de que le pasara algo. Al salir el doctor, le pedí que me dijera todo.
-Tranquilo Daniel, no es nada.
-Gracias doctor.
-De nada..Pero la puedes cuidar
-Claro que si.
-Te lo decía por que ahora no solo la vas a cuidar a ella, sino al bebe que esperan.
Cogí mis manos sobre el rostro. No supe que decirle. Y solo atine a llorar..
-Ya no llores hombre, ve y habla con ella.
Al entrar a verla, las lágrimas la invadían más a que a mi. Y seguimos llorando hasta cansarnos. Cuide de Miriam, en todo ese tiempo. Ya se acercaba el día, lo esperábamos con ansias. Y fue ese instante, en que nos repetimos una y otra vez: Te amo.

Domingo, por la mañana llego el doctor, con su asistenta. Me pidió que le ayudase en todo. Pero todo iba a cambiar, después de tener en mis brazos muy emocionado, a Francesco, nombre que le iba a poner en honor a mi padre. Nació luego, Felipe, el otro bebe que Dios nos regalo. No podíamos creerlo. Eramos padres de dos pequeños tan hermosos ¡Que dicha!

Francesco y Felipe, crecían bien gracias a los cuidados de Miriam. La gente de aquellas colonias, nos ayudaban en todo.

Al pasar el tiempo, eramos muy felices. Ni el frío, ni nada, nos quitaba la alegría. Todo ha cambiado. El huerto de Miriam, seguía siendo el más hermoso que había. De a pocos fui acabando esa casa, que empezamos a construir. Aún no había escuela, pero Miriam, educaba a los pequeños. Los encomendé a Dios, al que mi padre me encomendó. Mis pequeños, ya tienen 10 años, soy muy feliz a su lado.

Tengo un dolor en el pecho, me duele mucho, pero no le digo nada a Miriam, para no preocuparla. Mientras juego con ellos, ella prepara la cena, Les digo que me acostare solo un momento, por que estoy cansado...
-Papá, papá- me llama Francesco.
-Papá, papá, despierta- insiste.
-¡Mamá! papá no quiere despertar- Llama a su madre.
-Daniel, Daniel, Daniel!!!- Y empieza a llorar, mis pequeños al verla así, empiezan a llorar también.
-¡Papá, papá!- Gritan ellos.
Sigo dormido, le pido a Miriam, que no llore por los niños, pero no me hace caso. Ya no llores por favor ¿Que hace aquí el doctor?¿Para que lo has llamado? si no quise preocuparte. Cuida de mis hijos..Te amo Miriam, cuídalos mucho.

-Ahora lloras tu, te pedí que dejaras de llorar, eso te hace pequeño ante todo ¡Ya no llores!
-Si, papá, pero no puedo.
- Ya no llores Daniel, por favor te lo pido. Mira tus pequeños que lindos son, no deben verte así.
-Son como tu, como su abuelo.
-Ya no llores, Daniel, aprende de tu hermano.


Miriam, esta desolada, pero el amor de sus hijos, la hace seguir adelante. Sin ayuda, solamente de sus hijos, ha cavado un hueco. Me ha envuelto en telas muy bellas. Me ha empapado con su llanto. Ahí esta con ellos. Sigue llorando. Me ha enterrado al lado de su huerto. Cuida de mis pequeños. Te amo Miriam.




"Uno siempre anhela soñar cosas hermosas,

pero esta vez no fue así"



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